
El Gobierno echa mano de recursos grotescos
Con frecuencia se escuchan discursos que responsabilizan al Conurbano de problemas que aquejan a la Ciudad de Buenos Aires. En esta nota, Ana Wortman reflexiona más allá de los prejuicios, compartiendo una mirada sobre la historia y la potencia de la producción cultural bonaerense.
Opinión Bonaerense16 de mayo de 2025No es la primera vez que escuchamos de políticos, en particular, del centro derecha hacia la derecha radical, tanto del PRO como de LLA, hacer afirmaciones peyorativas y descalificatorias del espacio urbano del AMBA. En especial, en el marco de la campaña por las elecciones en la Legislatura de la calle Perú, en tono de responsabilidad, culpa o causa, se afirma de manera acusatoria que varios de los problemas que la ciudad estaría enfrentando en la última década derivan del vínculo con el Conurbano o que la ciudad se estaría “Conurbanizando”, en particular los que son consecuencia de alguna gestión urbana. ¿A qué se alude con esta palabra utilizada en forma despectiva? En el mundo imaginario del PRO y de LLA, el término permitiría explicar el crecimiento de problemas sociales o más aún “seria evidente o de sentido común” el aumento de personas que viven en las calles de Buenos Aires, es decir en absoluta marginalidad social, quienes a su vez serían responsables de la suciedad producida en toda la ciudad, en particular en las áreas próximas a los límites con la ciudad y, fundamentalmente, en la zona Sur. Todo aquello que no funciona en CABA: deterioro de la salud y la educación pública se explica como consecuencia de la influencia del Conurbano.
A partir de este razonamiento, los problemas serían externos, como un virus maligno que llega a Buenos Aires -ciudad- a través de los trenes y los colectivos y fundamentalmente de los trabajadores y trabajadores que se trasladan cotidianamente por sus rutinas laborales.
Asimismo, el uso intencional del término conurbano revela no conocer lo que está pasando socialmente en la ciudad de Buenos Aires. La llamada ciudad más rica del país está atravesada por una profunda desigualdad social. Es evidente el grave problema habitacional que la atraviesa; también el creciente desempleo que puede observarse con la proliferación de vendedores ambulantes; la multiplicación de manteros y de jóvenes que subsisten como riders -repartidores de aplicaciones sin ningún tipo de protección sindical-; jóvenes con problemas de adicciones como consecuencia en parte del narcomenudeo y de la falta de una política social de salud mental; etcétera. Todos ellos signos evidentes de una mala gestión del gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
En ese escenario, la creciente desigualdad que existe entre el Sur y Norte de la ciudad ha provocado que muchas actividades culturales y ofertas de talleres se hayan desplazado hacia el centro y Norte. Así observamos que profesores de actividades artísticas y talleres, y centros culturales, han visto disminuir sus alumnos, debiendo trasladarse a barrios de mayor poder adquisitivo o con presencia turística.
Por otro lado, esta alusión despectiva da cuenta de una profunda ignorancia del llamado Conurbano, como si éste fuera un espacio urbano homogéneo y fundamentalmente pobre, inseguro y desvinculado del mundo de la producción cultural.
Los procesos de desindustrialización que atravesaron esas zonas urbanas durante la última dictadura militar y sus políticas económicas intervinieron en la generación de esos imaginarios de marginalidad. Esto no ha sido siempre así, por ejemplo en la descalificada zona sur del GBA.
Muy tempranamente Avellaneda, Lanús y Quilmes tuvieron teatros y cines con importante asistencia de público, cuando la práctica de ir al cine emergía como un consumo de las clases trabajadoras e incipientes clases medias que se constituían en esas zonas. Luego del arrasamiento que significo primero la última dictadura militar y luego las crisis económicas de los años noventa y del 2001, muchas de esas salas de cine cerraron, a la vez que paralelamente fueron muy significativas en el plano cultural, políticas culturales nacionales y fundamentalmente provinciales. En ese contexto se crearon Escuelas de Formación musical como el EMPA en Avellaneda, de donde salieron eximios músicos del nuevo tango de los años 2000. También fue muy relevante el Instituto Municipal de Arte Cinematográfico. Por citar un ejemplo: el Municipio de Florencio Varela fomentó la creación de formaciones musicales como “la Vidu”, orquesta de tango independiente conformada por jóvenes músicos formados en las escuelas públicas de la zona. En todo el conurbano se multiplicaron festivales de cine, de teatro y de música, promoviendo nuevas figuras artísticas.
Como sabemos estas acciones de la esfera pública estatal dejan marcas. Estas políticas, como así también las áreas de educación artística de las universidades han promovido la creación de talleres de las más diversas artes en localidades tanto del primer cordón como del tercer cordón. En los distintos barrios encontramos ofertas de talleres de danza, artes visuales, artes circenses, escuelas de formación de músicos, las cuales se suman como espacios independientes a las escuelas antes mencionadas
Por su parte, en el contexto de la pandemia y de la cuarentena, surgió un fenómeno en los centros urbanos vinculados a la música y la actuación. Era habitual que un contexto dramático de enfermedades, muertes y encierro, mucha gente apelara a sus saberes artísticos: cantaba o actuaba en los balcones. Así es como en la zona sur del GBA, en la localidad de Temperley, surgió un fenómeno que se sostiene hace 3 años en forma ininterrumpida. Se llama Música desde el Balcón: músicos de jazz reunidos con cierta periodicidad y un público que se sostiene y promueve la actividad a la gorra.
La vitalidad cultural del conurbano da cuenta de una memoria de diversidad cultural constitutiva de sus capas poblacionales a lo largo del siglo XX. Gracias, entre otras causas, a la presencia de las Universidades Nacionales del Conurbano, se han desarrollado investigaciones sobre las distintas corrientes migratorias que la han conformado (italianos, españoles, judíos, croatas, afrodescendientes, migraciones internas a partir de la década del 30 y 40) cuyos aportes han sido rescatados para la promoción cultural y la realización de múltiples eventos. Dicha vitalidad cultural la podemos seguir a través de la difusión que -artistas, espacios, sindicatos y talleres independientes- hacen a través de las redes sociales. Vemos florecer festivales de danza contemporánea, eventos vinculados con la recuperación de las identidades afro, festivales de cine de diversas expresiones, festivales de teatro, plataformas digitales, Museos como los que promueve la Universidad de Tres de Febrero, etc.
La producción cultural del Conurbano nos muestra que estamos muy lejos de esa mirada descalificatoria de las zonas próximas a los límites de CABA, apoyada en la desinformación y en la ignorancia de la historia de la provincia de Buenos Aires y de sus aportes al desarrollo local y nacional.
Ana Wortman
Dra en Ciencias Sociales Inv Inst Gino Germani Facultad de Ciencias Sociales UBA
Es colaboradora en el periódico digital Diagonales y Nueva Sion
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