El éxito de la flexibilización del cepo depende de los próximos pasos.

El viernes pasado el gobierno modificó de manera relevante su política económica: decidió flexibilizar el cepo cambiario para las personas, manteniendo restricciones para las empresas.

Política Argentina16 de abril de 2025Juan M. GrañaJuan M. Graña

¿Por qué se toma esta decisión ahora? Básicamente porque el esquema anterior, mostraba signos de agotamiento claros: el dólar oficial estaba atrasado, las reservas internacionales eran profundamente negativas y la inflación volvió a acelerarse, marcando 3,7% en marzo. Más allá del relato, los datos eran elocuentes.

Flexibilizar el control de cambios es un paso necesario pero la clave para evaluar su éxito no está solamente en lo que ocurra en el corto plazo —aunque sin duda eso también importa—, sino en qué tanto ayudan a construir una economía más sólida y sostenible para el futuro.

Y esa sostenibilidad se juega en tres planos: el financiero, el estructural del sector externo, y el político-electoral.

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En el frente financiero: ¿a cuánto estará el dólar?

En el corto plazo, la gran incógnita es si el dólar encontrará un nuevo equilibrio. En estos días, se estabilizó en torno a los $1200 y el gobierno tiene herramientas para sostenerlo allí: los fondos del FMI, la entrada de divisas por la liquidación de la cosecha y la reactivación del llamado “carry trade” (capitales financieros que entran para aprovechar tasas altas en pesos que volvieron a habilitar esta semana).

Si logra estabilizar el dólar en ese rango, el gobierno puede anotarse un éxito político. Una relativa calma cambiaria podría ayudar a moderar la aceleración inflacionaria que se producirá en abril y mayo, aliviar presiones sobre los salarios y mejorar el humor social, al menos en el corto plazo.

Pero ¿es sostenible este nuevo valor del dólar?

El punto más delicado es este. Supongamos que el dólar se estabiliza en $1200. ¿Es ese valor suficiente para corregir los desequilibrios estructurales de la economía argentina que empujaron al gobierno a rediseñar su política? Aquí la respuesta no es tan optimista.

Con un tipo de cambio blend (el que combina dólar oficial y financiero) en torno a $1130 hasta la semana pasada, los exportadores mostraban poco interés en liquidar sus divisas. Para que aparezca esa oferta privada, el tipo de cambio debe subir y no sabemos hasta qué punto esos $1200 son “atractivos” -aunque el gobierno salió a presionar por ello recordando que el esquema de baja temporal de retenciones vence en julio-. En sentido contrario, a ese nuevo valor el turismo y las compras en el exterior se vuelven aún más baratos que antes, lo cual podría empeorar la salida de dólares.

Más aún, si la devaluación hasta $1200 se traslada rápidamente a precios, algo que ya se observa en diversos rubros y en los bienes de consumo masivo, el “atraso cambiario” que nos trajo hasta aquí no se corrige. En ese caso, la cuenta corriente y el balance comercial seguirán sin mostrar mejoras lo que volverá a generar presiones sobre el ahora más flexibilizado mercado de cambios.

Para peor, en estos días y en varias oportunidades, los funcionarios del gobierno dieron a entender que buscan que el valor sea aún más bajo profundizando los problemas que teníamos.

El calendario electoral: ¿solución o la calma antes de la tormenta?

La tercera dimensión para observar es la política. De lograr una calma financiera en los próximos meses, pero no avanzar soluciones en los problemas del sector externo quedará claro que la política económica necesita más modificaciones. Y entonces, ¿por qué no pensar que las tensiones actuales podrían repetirse?

Ahora bien, hay un cambio clave si vuelven a producirse tensiones. En el esquema anterior lo que se tensionaban eran los dólares financieros (el “MEP” y el “CCL”) que tenían impacto indirecto sobre los precios. Pero con esta flexibilización, lo que se moverá será el dólar oficial, cuyo impacto sobre los precios es directo y potente. Por eso, cualquier sacudón se sentirá con fuerza.

Errores de timing y estrategia

Más allá de las perspectivas, también hay errores en la medida tomada. En primer lugar, el orden lógico habría sido empezar flexibilizando para las empresas, incentivando inversiones y actividades productivas, en lugar de facilitar primero la compra de dólares a personas físicas. Comprar dólares desde el homebanking no es un derecho humano; liberar eso antes que el flujo productivo puede ser un error estratégico.

El momento elegido no parece el más prudente: inflación en alza, reservas al límite, un contexto global inestable y elecciones a la vuelta de la esquina. Claramente ese momento pasó en enero mientras se negaban a aceptar que existía atraso cambiario.

Por si fuera poco, se repite el error de diciembre pasado: se devalúa sin compensaciones. ¿No hay un ajuste en las jubilaciones, salarios o AUH que amortigüe el golpe? ¿No habrá coordinación con empresas para evitar abusos en precios? Al final, el costo de todos estos errores por segunda vez recae sobre la población.

Conclusión: una apuesta riesgosa

En definitiva, la flexibilización del cepo puede generar una calma financiera mientras la economía de todos sufre un nuevo golpe. Pero, lamentablemente, el gobierno sigue sin reconocer los problemas que hicieron fallar su política económica y parece repetirlos. Esa mirada más global y menos ideologizada es necesaria para que estas medidas no sean un nuevo parche de corto plazo que asegure mayor sufrimiento hacia adelante. Lo único seguro es que no hay más margen para ello. 

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Juan M. Graña (Economista) 

Investigador del CONICET - (Miembro del Grupo Paternal)

@juanmgrana

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