Misión imposible: Sentencia final

Las emociones mandan y el guion sufre las consecuencias, con un arranque discursivo, confuso y desconcertante con interminables diálogos insulsos en los que -en plan ruleta- los personajes van explicando un montón de cosas que requerían poca explicación. Las secuencias de la presidenta americana y su gobierno son de club de la comedia.

En el montaje se introducen repeticiones de la jugada, evocando secuencias de películas anteriores de un modo llamativo, que termina resultando sonrojante y que perjudica mucho el ritmo.

Cruise se marca sus dos carreras de rigor (que no vienen a cuento, pero bueno…) y varias peleas. Se repiten situaciones que ya hemos visto demasiadas veces. Como no hay un “buen” malo todo se apuesta a la unidad del grupo, poniendo a los anodinos recién incorporados en una situación muy débil. Lo de la Inteligencia Artificial y la Entidad es cinematográficamente lastimoso.

Mision: imposible siempre fue una saga para ver en pantalla grande y la entrega final es la que menos partido saca al IMAX, en buena medida porque las localizaciones son muy sosas. Todo se confía a la larga secuencia aérea que tarda en llegar y a otra submarina.

Como guionista -con Erik Jendresen– McQuarrie se arma un lío monumental y no logra que la historia fluya. Ya se notaba en las anteriores. Comparen cualquiera de sus cuatro misiones de los últimos diez años con la primera entrega escrita por Koepp y Zaillian, que dirigió excelentemente Brian de Palma en 1996.

Ciertamente es lo mismo (cuenta atrás, máscaras, equipo, tecnología, archivillanos, conspiraciones, amores frenados, jefes recelosos), pero para nada igual. McQuarrie termina siendo el peor director de la saga, casi empatado con John Woo.